La presbiacusia se define como una alteración de la función
auditiva ligada al envejecimiento, que afecta de forma distinta a los
individuos según diversos factores genéticos o adquiridos.
Debido al proceso fisiológico del envejecimiento, se
distinguen dos grandes formas clínicas de presbiacusia; una, la denominada
“normal“, aplicada a la involución de las estructuras neurosensoriales con la
senectud; la otra sería considerada como acelerada o precoz. En el primer
grupo, los individuos superan los 65-70 años y presentan otras dificultades de
orden neurosensorial asociadas (trastornos de la atención, de la memoria,
etc.); en el segundo caso, esta hipoacusia acontece en edades más tempranas
(50-60 años) y viene agravada por factores extrínsecos o de naturaleza
genética.
El tratamiento, además de farmacológico, el cual tendrá por objeto mejorar las
condiciones generales del anciano (vasodilatadores, antisquémicos celulares,
etc...) y corregir las alteraciones metabólicas (diabetes, arteriosclerosis,
dislipemias, etc...), será, fundamentalmente, audioprotésico.
La adaptación de una prótesis auditiva a tiempo puede
mejorar y evitar el aislamiento individual y social que la presbiacusia
origina. El sistema protésico debe ser binaural (en los dos oídos) en la
medida de lo posible y adaptable a las características del sujeto (edad,
circunstancias otológicas, destreza, etc.).
Una característica muy importante es la repercusión
social que tiene la presbiacusia, pues está directamente vinculada con la
capacidad de relación del individuo mediante el lenguaje hablado.
La dificultad para recibir los mensajes o su percepción
alterada, dificultan la vida social del individuo y al deteriorarse la comunicación,
se favorece el aislamiento y se origina una mayor tendencia hacia la depresión,
independientemente de si la aparición de la sordera es súbita o gradual.
Los ancianos, a causa de su déficit físico, tienden a ser más dependientes, lo
que los hace altamente vulnerables.
Debido a todo esto, hay cambios importantes que acompañan a
la pérdida de audición. Esta pérdida, produce un trastorno psicológico que es
más grave, si cabe, que la propia dificultad en la comunicación. En ella reside
la causa del sentimiento de depresión.
Quienes padecen pérdida de audición, en sus diversas formas
tienen ciertas limitaciones que muchas veces no son consideradas por las
personas que conviven con ellos.
No pueden oír la palabra hablada, o si la oyen, no la
entienden.
Participan sólo de la conversación que va dirigida
directamente a ellos.
Pierden muchos detalles.
Oyen peor los sonidos agudos.
Se malinterpretan los mensajes fácilmente.
Se hace más difícil la comunicación no verbal (gestos o
expresiones) porque centran su atención en los labios del otro y no suelen
atender a otras señales.
Al no entender, las personas en esta situación, pueden
volverse recelosos y desconfiados.
Tienden a estar de mal humor.
La persona se aísla.
La comunicación con las personas que han perdido la capacidad de oír con
normalidad, es especialmente difícil. Sin embargo, es posible mantenerla en
forma adecuada si se siguen determinadas pautas:
Utilización de ayudas técnicas adecuadas para
compensar su deficiencia auditiva (audífonos).
Es necesario instruir a los familiares y cuidadores para
evitar el aislamiento y la depresión.
Situarse a su mismo nivel, a no más de un metro de
distancia del oído.
Mirarle de frente, hablar lentamente y vocalizar
correctamente.
Captar su atención antes de hablar, tocándole si es
necesario.
Asegurarse que se tiene suficiente iluminación sobre la
cara para facilitar que el anciano pueda leer los labios.
Utilizar frases sencillas y cortas.
No cambiar el tema rápidamente.
Elegir, para hablar, lugares que sean silenciosos.
Nunca hablar demasiado alto, pues es suficiente hacerlo
con un volumen ligeramente más alto de lo habitual. Hacerlo de otro modo, puede
tener el efecto contrario al que se pretende.
Acompañar lo que se dice con gestos.
Buscar, atentamente, señales de que el paciente nos ha
entendido y comprobarlo.
Realizar modificaciones en el hogar para compensar el
problema. Por ejemplo teléfonos que emiten una luz al recibir la llamada, amplificadores
de volumen del teléfono, un timbre más grave para la puerta de entrada,
utilización de auriculares para el televisor o la radio, entre otros.
Pueden seguirse estas sencillas sugerencias para darles
apoyo, pero es muy importante, siempre, proveerles de atención médica,
especialmente audiológica, y atención audioprotésica.
No es fácil aceptar una deficiencia de cualquier tipo. Sin embargo, debemos
recordar que utilizar audífonos es "comparable" a utilizar gafas y
debemos llegar a un punto en el que la persona en cuestión se convenza por sí
misma de los beneficios que obtendrá con ellos, con lo que reaprenderá a
“integrarse” socialmente, y de que recibirá todo el apoyo de su familia y
de su audioprotesista, quien le instruirá en su manejo y cuidado.
La presbiacusia supone perder audición en las
frecuencias altas del espectro sonoro. También ocurre lo mismo si hemos
padecido un trauma acústico o hemos convivido con ruido.
¿Qué sonidos son los que se ven afectados y cómo afecta a mi comprensión del
habla la pérdida auditiva en altas frecuencias?
El problema reside en que comienzan los problemas para escuchar los sonidos del
habla compuestos por las letras (s), (ch), (f), (t) y (z) porque son sonidos de
alta frecuencia.
Podrías no ser capaz de distinguir los plurales que acaban en s, o de
distinguir entre las palabras como "zumo" "sumo" o “fumo”.
Podrías también tener dificultad para escuchar el canto de los pájaros o las
voces de los niños pequeños ya que estos sonidos son de altas frecuencias.
Las voces de los hombres suelen tener un tono más bajo, mientras que las de las
mujeres suelen tener un tono alto. Es por eso que con pérdidas en altas
frecuencias entenderás mejor cuando habla un hombre que cuando habla una mujer
o un niño.
Fuente: Carmen Martorell Albert y Centro Auditivo Cuenca.